En un contexto urbano donde las ciudades crecen y cambian rápidamente, el acceso a la vivienda ha pasado de ser un problema local para convertirse en una falla a nivel global. Hoy, 318 millones de personas viven sin hogar, mientras que una de cada cuatro enfrenta condiciones de hacinamiento, inseguridad o precariedad habitacional. Más de 1.100 millones residen en asentamientos informales, donde los retos para un desarrollo urbano sostenible son enormes. Esta realidad no solo limita el crecimiento y desestabiliza comunidades, sino que representa un problema profundo de equidad: Cuando grandes sectores de la población carecen de acceso a viviendas dignas, se reduce la oferta de servicios, se frena el crecimiento económico y se intensifica la desigualdad.

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La crisis de la vivienda en el mundo cobra vida en medio de cambios profundos: la creación acelerada de nuevos hogares, una economía frágil tras la pandemia y el aumento en los costos de endeudamiento. Esta combinación genera un desafío enorme: se necesitarán casi 96.000 nuevas viviendas cada día para cubrir la demanda hasta 2030. Sin medidas proactivas, el déficit de vivienda exacerbará la desigualdad urbana, obligando a millones de personas a vivir en asentamientos informales y barrios marginales. Bajo este contexto, la vivienda se ha convertido en una preocupación constante para millones de familias y en un problema de primer orden para gobiernos que entienden que, más allá de ser un techo, la vivienda es un motor clave para la economía y un puente indispensable hacia la equidad social.

Esta situación no es un problema aislado, sino un desafío sistémico que atraviesa ciudades, países y regiones. En América Latina, de los aproximadamente 660 millones de habitantes, cerca de 160 millones viven en condiciones urbanas precarias o sin acceso a servicios básicos, una realidad que afecta a 24 de cada 100 personas. Frente a esta encrucijada, las ciudades tienen un papel fundamental: no solo deben impulsar la oferta de vivienda asequible, sino también mejorar los ingresos de las personas más vulnerables. La buena noticia es que, cada vez más, las ciudades reconocen la urgencia de políticas de vivienda robustas, integrales y centradas en las personas. Bogotá, entre otros ejemplos, abre una ventana de esperanza al concebir la vivienda no como un simple bien, sino como el espacio capaz de transformar vidas, derribar muros de exclusión y abrir nuevas oportunidades para miles de familias.

Antecedentes de Bogotá: sobre la crisis de asequibilidad y la necesidad de una nueva narrativa sobre la vivienda

Al igual que las grandes metrópolis del mundo, Bogotá, una ciudad vibrante y en constante transformación, enfrenta el impacto de un crecimiento urbano acelerado—un aumento del 18% de su población en los últimos veinte años—que ha desbordado los límites territoriales y ha generado desequilibrios que afectan a cerca de 8 millones de habitantes. El 30% de la ciudad construida es de origen informal, exponiendo a miles de familias a riesgos sociales y ambientales. Esta realidad se agrava por la presión del cambio climático, que convierte a Bogotá en la segunda ciudad más vulnerable del país, dificultando aún más el desarrollo ordenado y sostenible que la ciudad demanda. Ante este panorama, comprender sus dinámicas y retos es clave para diseñar soluciones de vivienda inclusivas y resilientes que garanticen un futuro digno para todos.

El acceso a la vivienda en Bogotá se manifiesta como un desafío urbano de gran escala, donde la brecha entre la demanda creciente y la oferta limitada de viviendas dignas pone en jaque el bienestar de miles de familias. Actualmente, más de 223 mil familias anhelan acceder a una vivienda digna. Este reto se agrava al proyectarse un crecimiento del 12.6% en el número de hogares para la próxima década, alcanzando los 3.5 millones, lo que hace aún más urgente la implementación de soluciones habitacionales innovadoras y accesibles.

Proyección de población y hogares para Bogotá D.C. (2005 – 2035)

∆ personas (2035-2025)=-1,6%

∆ hogares (2035-2025)=12,6%

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Fuente: Elaboración propia con datos DANE y SDP.

Las necesidades de los hogares frente al acceso a una vivienda digna se ven reflejadas en su realidad socioeconómica. Cerca del 70,2% de las familias en la ciudad viven con ingresos inferiores a 4 SMMLV (aproximadamente 1,379 USD), y el 16% de los hogares—más de 490 mil—se encuentran en situación de pobreza monetaria. La informalidad laboral, que afecta al 36,9% de la población ocupada, profundiza las desigualdades, dado que los hogares con ingresos más bajos están mayoritariamente vinculados a empleos informales, mientras que aquellos con mayores ingresos acceden a la formalidad. A esto se suma que los hogares con menores ingresos enfrentan una situación crítica donde los gastos superan considerablemente sus ingresos promedio.

Pobreza monetaria e informalidad laboral de los hogares Bogotanos según su rango de ingreso en términos de SMMLV (GEIH, 2024)

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Fuente: DANE – Microdatos de pobreza y desigualdad de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) 2024. Elaboración: SDHT – SIS.
Nota: La informalidad laboral y la pobreza se reportan en términos de hogares. En el caso de la formalidad, esta se mide según la condición del jefe de hogar, es decir, aquellos jefes ocupados que no realizan aportes al sistema pensional y no son pensionados

Entre 2011 y 2024, mientras el ingreso promedio real de los hogares creció apenas un 6%, el precio del metro cuadrado de vivienda se disparó un 164%, generando una brecha cada vez más profunda entre lo que las familias pueden pagar y el costo real de una vivienda. Esta desigualdad provoca que el 70% de la demanda solo pueda acceder a menos del 12% de la oferta habitacional ajustada a sus ingresos, reflejando una desalineación estructural crítica entre precios y capacidad de pago. Como consecuencia, el tiempo necesario para que un hogar de bajos ingresos adquiera una vivienda se ha prolongado, pasando de 11,3 años a 11,7 años, retratando un escenario donde el sueño de la vivienda propia se vuelve cada vez más lejano para la mayoría.

Ingreso anualizado Vs precio medio de las unidades habitacionales vendidas en 2024

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Fuente: DANE-(GEIH, 2024) y GI con corte diciembre de 2024. Elaboró SIS-SDHT

Años requeridos para cubrir el valor medio de una vivienda destinando el 100% del ingreso anual del hogar.

Finalmente, la oferta actual de vivienda no da abasto: el ritmo de construcción está quedando rezagado frente al crecimiento de nuevos hogares. Entre 2021 y 2024 se iniciaron en promedio 41.195 viviendas al año, mientras que se proyecta que entre 2025 y 2035 se necesitarán 74 mil anuales. Esta cifra implica la urgencia de disponer de más suelo habilitado, con infraestructura y servicios de soporte. Pero eso no es todo: la ciudad también envejece, y para 2035 casi 1.2 millones de bogotanos tendrán más de 65 años, configurando un 15% de la población e impactando no solo las necesidades de entorno, sino también la productividad económica de las familias. Esta dinámica ha provocado una reducción promedio de cerca de 20 m² en el tamaño de las viviendas entre 2016 y 2021, impactando principalmente a las de menor costo. Como consecuencia, Bogotá necesita reinventarse para un futuro donde los hogares crecen, la demanda se dispara y la ciudad envejece con fuerza.

En definitiva, el diagnóstico revela un claro desajuste estructural entre la oferta y la demanda de vivienda en Bogotá, que va más allá de una simple cuestión cuantitativa. La verdadera preocupación radica en la asequibilidad: las viviendas que se producen superan el poder adquisitivo de los hogares que más requieren una solución habitacional. Así, la ciudad no solo debe buscar aumentar de manera sostenible y eficiente la oferta habitacional, sino también alinear esta oferta con mecanismos inclusivos e integrales que permitan a los sectores más vulnerables acceder a una vivienda adecuada.

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