En las ciudades convergen los mayores desafíos globales en materia ambiental, social y económica. La variabilidad climática amenaza los ecosistemas y recursos hídricos, mientras que factores como la desaceleración económica, la inflación y el alza en tasas de interés, tiende a impactar la oferta del empleo y la capacidad de ingreso de los hogares, ampliando la brecha entre las necesidades de la población y la capacidad de respuesta de la ciudad. En este marco, destacan tres retos urgentes para la ciudad de Bogotá:
- Resiliencia frente a la crisis climática. Bogotá es la segunda ciudad más vulnerable al cambio climático en Colombia, con más de 3,5 millones de personas en zonas de amenaza (SDA, 2024). En los últimos años se han intensificado los episodios de lluvias torrenciales, inundaciones, incendios forestales y deslizamientos, que afectan especialmente a los asentamientos de origen informal en zonas de riesgo —cerca del 30% de la ciudad—. De hecho, el 95% de las zonas monitoreadas por la SDHT se encuentran en condición de riesgo no mitigable. Según el Banco Mundial (2023), el incremento de estos fenómenos podría reducir hasta en 2,5 % el PIB nacional al 2050, impactando principalmente a la población más pobre.
El POT de Bogotá ha fijado la ambiciosa meta de reverdecer y renaturalizar con cerca de 171,8 hectáreas de espacios peatones (estrategias adoptadas por la ciudad). El “Plan de Renaturalización Urbana 2024-2027” contempla generar nuevo espacio público, integrar coberturas vegetales, reconvertir áreas endurecidas en zonas más permeables, mediante intervenciones que adaptan la ciudad al ciclo hidrológico, infiltrando, reteniendo y reutilizando el agua lluvia con infraestructuras sostenibles de soporte y hábitat para la biodiversidad. La ciudad, en coordinación con distintas entidades no solo ha logrado implementar 22 Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) entre 2021 y 2024, con capacidad de 943 m³ de biorretención sino que a 2027 espera entregar 40 sistemas adicionales. En cuanto a la cobertura arbórea, los Polígonos de Revitalización que albergan el 19% del total de especies localizadas en suelo urbano, serán clave para acercar a la ciudad al estándar de la OMS —1 árbol por cada 3 habitantes—, y que se encuentra en la mitad.
- Demanda de vivienda cualificada y escasez de suelo. La ciudad enfrenta un déficit habitacional proyectado en 3,5 millones de unidades a 2035, lo que plantea un desafío sin precedentes. Aunque el “Plan de Hábitat y Servicios Públicos” estima que Bogotá podría cubrir el 91% de la demanda, factores como la baja capacidad de ahorro de los hogares, preferencias de gasto, cambios en la composición demográfica —reducción del tamaño de los hogares de 3,5 miembros en 2005 a 2,4 para 2031—, y la escasez y especulación en precios del suelo condicionan tanto la oferta como la demanda (SDP, 2019), afectando particularmente a los segmentos más vulnerables.
Excluyendo las grandes operaciones urbanas y zonas de interés cultural o equipamientos, existe el potencial para generar 33.800 unidades nuevas en los Polígonos de Revitalización (PR). Estos predios, gestionables mediante licenciamiento directo, permiten desarrollar vivienda y modernizar la infraestructura existente, aprovechando la proximidad a servicios públicos y equipamientos. La estrategia favorece tanto el acceso a nuevos desarrollos como la permanencia subsidiada de hogares vulnerables, contribuyendo a reducir el déficit habitacional y respondiendo a las necesidades futuras de Bogotá, bajo criterios de equidad y uso eficiente del territorio.
- Crisis social y económica post COVID-19. En Bogotá, la pandemia provocó un retroceso de una década en la reducción de la pobreza, con un incremento del 221,7% que afectó a 1,1 millón de personas (DANE, 2020). También redujo las ventas de vivienda y golpeó a 34 de las 68 actividades económicas locales, incluido el sector construcción —3,4% del PIB y 207.000 empleos—. A esto se sumó el aumento de la inflación y las tasas de interés, que dificultó el cierre financiero de nuevos proyectos y limitó la generación de empleo, profundizando las asimetrías territoriales y sociales, aunado a problemas de salud pública, percepción de inseguridad y fragmentación del tejido comunitario.
En este contexto, Bogotá requiere una nueva forma de operar la ciudad existente, concebida como una vía de gestión urbana integral complementaria a las ya existentes. Este enfoque debe combinar sostenibilidad frente a riesgos climáticos, cierre de la brecha habitacional y reducción de desigualdades sociales y económicas, asegurando un equilibrio territorial que garantice acceso equitativo a servicios de calidad, proximidad urbana y adicionalidad públicos y privados.