¿Por qué es relevante medir?

La ausencia de herramientas de medición territorial ha limitado el impacto y eficacia de la implementación de las políticas públicas urbanas. Sin un sistema capaz de cuantificar y comparar condiciones ambientales, sociales y físicas, la toma de decisiones tiende a basarse en percepciones, coyunturas o presiones políticas.  Esto ha derivado en intervenciones fragmentadas, dispersión de recursos y baja capacidad para priorizar, dar seguimiento y ajustar las políticas a mediano y largo plazo.. En consecuencia, muchas acciones han terminado siendo aisladas, de bajo impacto y con escasa articulación interinstitucional.

El Índice de Revitalización Urbana

Para revertir esta situación, la administración diseñó el Índice de Revitalización Urbana (IRU), más que una medida técnica: una herramienta de justicia urbana. Construido en conjunto por la Infraestructura de Datos Espaciales para el Distrito Capital (Ideca) y la Secretaría Distrital del Hábitat (SDHT), el IRU permite visibilizar estadísticamente los territorios marginados y orientar políticas basadas en evidencia, asegurando que los beneficios de la ciudad lleguen de manera más equitativa a sus habitantes.

La apuesta de valor del IRU radica en transformar los datos en una narrativa clara sobre el progreso de Bogotá. Es una herramienta clave para impulsar cambios sustantivos en la concepción de las políticas públicas, el acceso a la información y la gestión urbana. Primero dado que, establece una línea base para toda la ciudad, detecta áreas críticas y genera evidencia comparativa para diseñar soluciones adaptadas a cada zona, para que las áreas deficitarias alcancen condiciones óptimas. Segundo, facilita el diálogo entre sector público, privado y comunidades, permitiendo generar arreglos y priorizar de forma diferenciada intervenciones. Por último, mide y evalúa de forma objetiva el desempeño de las inversiones y los efectos de las intervenciones urbanas, monitoreando si estas cumplen con sus objetivos.

El índice se estructura en tres ejes analíticos:

  1. Hábitat: Calidad de la vivienda, servicios básicos y entorno barrial.
  2. Funcionalidad: Movilidad, conectividad, infraestructura urbana y acceso a oportunidades.
  3. Sostenibilidad y resiliencia: Condiciones ambientales, gestión del riesgo y capacidad adaptativa al cambio climático.

Estos ejes integran 56 indicadores, agrupados en 10 ámbitos de estudio, que permiten observar el desempeño urbano desde múltiples dimensiones.

El IRU se aplica bajo un enfoque multiescalar:

  • Unidad de Planeamiento Local (UPL): ofrece una visión general de las brechas territoriales en la ciudad.
  • Sector Catastral: permite un análisis más detallado de las dinámicas urbanas y sociales.
  • Polígonos de Revitalización: conectan la medición con las áreas de intervención priorizadas, donde se articulan inversiones públicas y privadas.

En este marco, se priorizaron los 20 polígonos de revitalización, consolidando al IRU como herramienta para orientar intervenciones bajo el enfoque de Desarrollo Urbano Orientado al Transporte (DUOT), en torno a proyectos como la primera línea del Metro de Bogotá, TransMilenio y los cables aéreos.

¿Cómo se conecta con la intervención?

La fortaleza del IRU radica en que no se limita a medir, sino que:

  • Establece una línea base comparativa para toda la ciudad.
  • Identifica áreas críticas y define rutas de acción adaptadas a cada territorio.
  • Informa la priorización de inversiones y facilita el diálogo entre sector público, privado y comunidades.
  • Monitorea los efectos de la intervención para verificar si cumplen sus objetivos.

Así, el IRU no solo diagnostica, sino que acompaña el ciclo completo de la revitalización: planificación – intervención – seguimiento – evaluación – ajuste, conectando datos con decisiones urbanas.

Resultados por UPL: IDECA Y SDHT

El IRU se mide en la escala de 0 a 1, donde los valores cercanos a 1 reflejan las mejores condiciones del territorio y los cercanos a 0 identifican territorios que requieren revitalizarse. En una escala de análisis de Unidad de Planeación Local (UPL), la medición para Bogotá arroja un Índice promedio para la ciudad de 0,50, un mínimo de 0,36 para la UPL Lucero, un máximo de 0,65 a la UPL de Chapinero y 0,45 correspondiente a la UPL de San Cristóbal (ver mapa 1). 

Gráfica X. Índice de Revitalización Urbana a Nivel de UPL

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Fuente: SDHT, 2024

El índice permite realizar análisis comparados de los distintos territorios para explicar en qué aspectos se deben focalizar las intervenciones y acciones tanto públicas como privadas para mejorar las condiciones locales. Como se puede observar en la Gráfica X. al comparar la UPL con mayor puntaje, Chapinero, y la UPL San Cristóbal, que se ubica por debajo del promedio de la ciudad, se puede observar diferencias importantes en algunos indicadores, los cuales ayudan a demarcan las rutas de intervención.

Gráfica X. Radar de indicadores por UPL: Chapinero y San Cristóbal

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Fuente: SDHT, 2025

El espacio público efectivo en ambas UPL se encuentra por debajo del promedio de la ciudad. Esto indica una baja capacidad de ambos sectores para contrarrestar los impactos del cambio climático. Las áreas que reciben mayores inversiones en zonas verdes contribuyen a una mayor permeabilidad del suelo y, por ende, tienen mejores condiciones para la adaptación climática. En este sentido, es evidente que ambas localidades, y particularmente Chapinero, experimentan una mayor incidencia de islas de calor que el promedio de la ciudad.

Ambos casos revelan que la obsolescencia urbana es un fenómeno multifacético que requiere intervenciones diferenciadas y adaptadas a las realidades de cada territorio. Mientras San Cristóbal necesita priorizar estrategias para revitalizar su función residencial y reducir la vivienda desocupada, Chapinero debe centrar sus esfuerzos en la rehabilitación y modernización de su red de alcantarillado. La proximidad de ambas UPL al centro de la ciudad genera dinámicas sociales y económicas similares. En cuanto al tejido social y la proporción de viajes, ambas presentan indicadores superiores al promedio, lo cual está directamente relacionado con su cercanía al centro de Bogotá, así como con su ubicación en el borde oriental de la ciudad.

En adición a su potencial para caracterizar el estado del territorio e identificar las acciones para mejorar su condición actual, el IRU también tiene una relación de condiciones precarias y la medición de pobreza en la ciudad. A través de técnicas estadísticas se puede establecer que el IRU predice buenas condiciones territoriales asociadas a menores niveles de pobreza multidimensional en el nororiente de la ciudad mientras que en el borde sur donde se observan bajos niveles del índice también se observan territorios vecinos con altos niveles de pobreza. Además, se encontró que los sectores con menor riesgo y vulnerabilidad, junto con mejores condiciones ambientales y de adaptación al cambio climático, tienen consistentemente menores niveles de vulnerabilidad económica.

Resultados de las Manzanas Huérfanas

Cada barrio tiene unas dinámicas sociales, económicas, y culturales diferentes, por lo que, entender esta diferencia es el primer paso para una transformación urbana exitosa.  Con el fin de continuar con el proceso de diagnóstico del territorio, se tomó como base el trabajo realizado previamente por el IRU, y se complementó por medio del Indicador Agregado Integral de Revitalización, el cual permitió tomar decisiones basadas en evidencia, y de forma territorializada en las zonas piloto, Chapinero (Universidades) y San Cristóbal (20 de Julio y Altamira). Este análisis, a nivel manzana, reflejó las brechas y vulnerabilidades del territorio revelando la necesidad de una “intervención progresiva de las manzanas huérfanas mediante acciones multiactor y multisector” (BID, 2025).

  • La vivienda constituye el eje central de los procesos de revitalización urbana: garantizar la accesibilidad habitacional resulta clave para evitar la migración de residentes y fortalecer el tejido social. El análisis de asequibilidad revela que Chapinero supera el promedio con un indicador de 4,1, mientras San Cristóbal enfrenta mayores retos: Altamira (3,57) y 20 de Julio (3,48), en el contexto de un déficit habitacional estimado en 4.861 hogares (SDP, 2021). Proyectos como la revitalización del Cable Aéreo del 20 de Julio no solo buscan mejorar la conectividad, sino también ampliar la oferta habitacional de calidad y adaptada a la población local, contribuyendo así a la reducción de la segregación urbana y evitando procesos de gentrificación para aumentar la aceptación de los proyectos de intervención.
  • La movilidad sostenible y el fortalecimiento de la seguridad urbana representan pilares fundamentales de la revitalización integral. El polígono Chapinero (Universidades) destaca con una fortaleza urbana de 6,33 por encima del promedio general (4,86), debido a su “conectividad con la Carrera 7 y la Avenida Caracas, que integran transporte público masivo, ciclorrutas y corredores peatonales” (BID, 2025). En contraste, San Cristóbal registra uno de los índices más bajos de infraestructura urbana (4,0), solo superando a Las Cruces (3,6). En este sentido, estamos trabajando de manera articulada para construir una ciudad centrada en las personas, focalizando inversiones que permitan mejorar la infraestructura del peatón y el ciclista, y contribuyendo a la política pública de equidad de género, que busca alcanzar la paridad en el uso de la bicicleta para 2035 (Lam, s.f). Por lo tanto, estamos generando las condiciones urbanas que aumentan la percepción de la seguridad nocturna de las mujeres, reduciendo las brechas de género, y fomentado su participación en los procesos de revitalización urbana. 
  • La ubicación de la vivienda limita o promueve la creación de capital humano de un hogar, por medio de la calidad del hábitat y del acceso a infraestructura, y la oferta de bienes y servicios básicos en el barrio (CAF, 2022). Como se ha evidenciado, la ausencia de infraestructura de soporte que estimule el desarrollo de habilidades socioemocionales (fundamentales en las dos primeras décadas de vida y determinantes para las oportunidades laborales futuras) profundiza las desigualdades (CAF, 2022). En este marco, el polígono de San Cristóbal registra una de las tasas de desempleo más altas (1,66), frente a los polígonos de revitalización (8,48), mientras que Chapinero presenta un valor superior al promedio (9,68). Por ello, la implementación de iniciativas como los Nodos Altamira y La Gloria, orientados a cultura, deporte e integración social (BID, 2025), constituye una estrategia clave de revitalización urbana con impacto directo en la reducción de trampas de pobreza.
  • La capacidad adaptativa al cambio climático se encuentra estrechamente vinculada a las condiciones socioeconómicas de los hogares. El indicador de resiliencia climática evidencia disparidades entre los pilotos: mientras el polígono 20 de Julio alcanza un promedio de 5,6 y Chapinero registra 6, Altamira presenta un valor superior de 6,37, lo que refleja una mayor resiliencia frente a impactos climáticos adversos (BID, 2025). No obstante, al desagregar el indicador, se observa que Altamira enfrenta retos significativos en capacidad adaptativa debido a los bajos niveles de ingreso y educación de los hogares, factores que reducen su margen de respuesta. En consecuencia, desde Hábitat se vienen impulsando intervenciones integrales en San Cristóbal que combinan infraestructura física, para mitigar riesgos como inundaciones y movimientos en masa, con estrategias institucionales orientadas a ampliar el acceso a la educación, dada su correlación directa con la adaptación climática (UNESCO & University of Saskatchewan, 2024). Estas acciones buscan fortalecer la resiliencia comunitaria y reducir la vulnerabilidad estructural frente al cambio climático.

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