Es fundamental comprender las diferencias entre los enfoques de género, diferencial, territorial y otros que orientan la acción pública desde una perspectiva transformadora.
En el camino hacia una ciudad más equitativa, los enfoques se convierten en herramientas fundamentales para repensar el desarrollo urbano y humano, reconociendo la diversidad y las diferencias que existen entre las poblaciones y la manera en que habitamos Bogotá. No obstante, con frecuencia se confunden o se mezclan términos que, si bien están relacionados, cumplen funciones y objetivos distintos. Por eso, es fundamental comprender las diferencias entre los enfoques de género, diferencial, territorial y otros que orientan la acción pública desde una perspectiva transformadora.
En la Secretaría Distrital del Hábitat se vivió una jornada de sensibilización sobre este tema, liderada por el grupo poblacional de la Subdirección de Información Sectorial, entendiendo que los enfoques son transversales en todas las subdirecciones y, por ende, en las políticas públicas de nuestro sector.
¿Qué es el enfoque de género?
El enfoque de género reconoce que las desigualdades entre hombres, mujeres y personas con identidades de género diversas no son naturales, sino construidas social y culturalmente. Estas desigualdades se expresan en el acceso a recursos, en la participación política, en el uso del espacio público y en el derecho a la ciudad.
Aplicar este enfoque implica visibilizar esas brechas y actuar para cerrarlas, promoviendo relaciones más equitativas y desafiando los estereotipos que aún definen lo “propio” de lo femenino o lo masculino. En el Sector Hábitat, esto se traduce en reconocer, por ejemplo, que las mujeres suelen tener mayores cargas de cuidado no remunerado, lo cual afecta sus tiempos, su movilidad y su acceso a servicios.
¿Y el enfoque diferencial?
Mientras el enfoque de género pone el foco en las desigualdades relacionadas con el género, el enfoque diferencial amplía el lente para reconocer que no todas las personas viven las mismas condiciones.
Este contempla variables como edad, etnia, orientación sexual, discapacidad, condición migratoria o nivel socioeconómico. Es decir, no es lo mismo ser una mujer joven que una mujer trans-adulta mayor, una lideresa afrodescendiente o una niña indígena en situación de desplazamiento. Cada una vive múltiples formas de discriminación que deben abordarse desde su especificidad.
¿Qué significa el enfoque territorial?
El enfoque territorial, por su parte, reconoce que las soluciones no pueden ser iguales para toda la ciudad. Cada territorio tiene realidades distintas, necesidades propias y saberes locales que deben ser valorados.
En el contexto del hábitat, esto significa diseñar políticas que respondan a las condiciones particulares de localidades como Ciudad Bolívar, Bosa o Usaquén, considerando factores como la geografía, la infraestructura, la densidad poblacional o los riesgos ambientales. Además de la localidad del Sumapaz que tiene condiciones rurales y, por lo tanto, obedece a un enfoque territorial.
La deconstrucción: una tarea de hombres y mujeres
Superar las prácticas culturales, que limitan el libre desarrollo de las personas, requiere una deconstrucción colectiva que consiste en revisar las creencias que naturalizan las desigualdades y la asignación de roles basadas en el sexo asignado al nacer y, por ende, los privilegios para una parte de la población.
Por su parte, los hombres deben cuestionar privilegios históricos que perpetúan violencias; las mujeres, también están llamadas a revisar creencias que alimentan esas desigualdades. No se trata de “culpas”, sino de comprender que muchas ‘normas culturales’ ya no tienen cabida en una sociedad que quiere garantizar derechos para todos y todas.
Esto incluye cambiar la manera en que educamos, cómo distribuimos las tareas del hogar, cómo construimos los espacios públicos, y cómo tomamos decisiones en comunidad. Por otro lado, también implica abrir paso a otras identidades que no se ajustan a la lógica binaria de hombre y mujer, reconociendo la diversidad de género como un valor para la ciudad.
El poder del lenguaje
El lenguaje no solo refleja la realidad, la construye. Por eso es vital usar un lenguaje inclusivo y no sexista que visibilice a todas las personas, evitando expresiones que excluyen o refuerzan estereotipos. Decir “las y los ciudadanos”, “personas cuidadoras”, “liderazgos femeninos”, o “habitantes de Bogotá” no es un capricho gramatical, sino una apuesta ética por una ciudad que nombra para incluir.
¿Cómo se aplica todo esto al Sector Hábitat de Bogotá?
Desde la Subdirección de Información Sectorial de la Secretaría Distrital del Hábitat, integrar estos enfoques significa, reconocer que las políticas de vivienda, espacio público, servicios y ordenamiento territorial no son neutras, impactan de forma diferenciada a cada grupo social.
Implica, por ejemplo:
- Diseñar viviendas seguras para mujeres víctimas de violencia.
- Promover espacios públicos seguros para toda la comunidad, teniendo en cuenta las necesidades diferenciales. Esto permite incluir a hombres, mujeres, niñez y personas mayores, etc.
- Asegurar participación comunitaria de todos los grupos poblacionales en igualdad de oportunidades, reconociendo su diversidad en procesos de urbanismo.
- Garantizar que las infraestructuras de servicios básicos lleguen a barrios históricamente excluidos, en un marco de revitalización urbana.
- Aplicar estos enfoques no es un acto simbólico, es una decisión estructural para transformar la ciudad en un lugar donde todas las personas puedan vivir con dignidad.
- Una ciudad justa se construye desde la diferencia, desde los enfoques. Una Bogotá incluyente se diseña con perspectiva.
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